Familia como agente protector de niños y adolescentes.

En el ejercicio de la psiquiatría y en especial de la psiquiatría infantil a través de los años he ido encontrando como puede llegar una persona buscando ayuda, pero los involucrados en la intervención terminan siendo muchos más.

En el trabajo con niños y adolescentes debemos poner todo nuestro conocimiento en la búsqueda de una hipótesis diagnóstica mediante la aplicación del método científico, no solo con los síntomas o conductas que nos dan los menores, si no con los adultos que los acompañan, los maestros y sus familias. Es clave poder entender con los diferentes actores como cada sujeto recorre un camino que se llama desarrollo, en el cual se ven en amplia relación tanto la genética como ese ambiente social y cultural que lo modela señalando un camino.

Luego de este proceso el cual llamamos evaluación, llegamos a un punto en el cual empezamos a dar nuestras recomendaciones y guías de tratamiento. Es aquí donde la familia desempeña un papel clave como agente protector y acompañante de este proceso. Podríamos decir que la familia y los maestros son los ojos vigilantes del proceso de desarrollo.

Cuando los individuos llegan a la adolescencia, aquella etapa que puede tener sus primeros esbozos con los cambios físicos que llamamos pubertad y llega a su fin con el cese del crecimiento en la etapa adulta. Pero los cambios biológicos son una de las aristas que puede señalar este proceso, ya que hay intensos cambios en las esferas emocionales, aumento en la creatividad y la fantasía, desarrollo de mayor fuerza, agilidad, rapidez, memoria y capacidad cognitiva.

Siendo una etapa de muchos cambios, donde podemos verlos florecer con su potencial, verlos soñar y abanderar muchos de sus ideales; podemos encontrarnos con varias conductas irracionales, mostrarse invulnerables ante los peligros, inclusive pocos conscientes de los riesgos, con deseos de ser escuchados, notarse distraídos y con gran deseo de ser independientes. Aunque su capacidad de argumentar y razonar puede dar un salto importante, el control de los impulsos les toma mas tiempo en poder desarrollarse.

En ese proceso de toma de decisiones en las cuales el adolescente quiere ser un actor mas participe, pueden aparecer lo que se conoce como conductas de riesgo, o aquellos comportamientos que pueden tener un potencial daño futuro tanto para la persona, como

para otros. Es aquí donde es importante tomar en cuenta como entran a jugar un numero importante de variables en esta situación:

  1. Si la decisión es razonada o reactiva, donde la impulsividad puede llevarlos a reaccionar más que meditar la decisión.
  2. Con el poco desarrollo de la memoria de trabajo, en ocasiones pueden no contar con la información suficiente para elegir en un camino adecuado.
  3. Al tener dificultades en inhibir la respuesta, pueden dejarse llevar mas por el impulso, las emociones, que por la razón o el balance de ambas.
  4. Algunos están orientados a la búsqueda de sensaciones, lo que puede en algún momento ponerlos en el camino de conductas de riesgo
  5. Pueden en algún momento tener dificultad de sopesar el riesgo vs el beneficio
  6. Muchos de ellos están mas orientados en satisfacer su necesidad inmediata, que pensar en el futuro y las consecuencias que puede tener su decisión a lo largo del tiempo.

Si a esto le sumamos lo que puede pasar en el contexto de los niños, niñas y adolescentes, se incrementa el riesgo de la aparición de varias de esas conductas riesgosas. Situaciones como:

  • Problemas de Comportamiento
  • Dificultades Familiares
  • Dificultades académicas
  • Dificultades emocionales y su regulación
  • Problemas en el autoconcepto
  • Influencia de sus amigos y pares
  • Influencia de medios masivos de comunicación (redes sociales, celular, TV, internet)
  • Disponibilidad o proximidad al riesgo
  • Búsqueda de la novedad como rasgo de personalidad (cosas nuevas y que generen emociones intensas)

Es entonces cuando nos vemos como adultos siendo espectadores de algunas conductas de riesgo como:

  • Conducir a gran velocidad o bajo efectos de sustancias.
  • Uso de sustancias y/o alcohol.
  • Conductas autolesivas/suicidio.
  • Relaciones sexuales sin protección.
  • Peleas físicas.
  • Acoso Escolar.
  • Conductas de robo.
  • Evasión escolar.
  • Exposición de información personal en redes masivas de comunicación.
  • Dificultades con la alimentación y su control.
  • Poca actividad física.

Es aquí que se hace importante conocer algunas alertas tempranas que pueden indicarnos la presencia de dichas situaciones y que como adultos que guiamos y supervisamos el desarrollo debemos conocer para tomar acciones prontas. Algunas de esas alertas pueden ser:

Cambios en:

  1. Patrón de sueño, donde se notan durmiendo menos o mucho mas por varios días seguidos.
  2. Patrón de alimentación, notándose como incrementa la ingesta algunos alimentos, restricción de otros, ayunos prolongados entre otros.
  3. Estado humor o de ánimo fácil y frecuente, pasando a ponerse irritables, tristes y con dificultad para tener sus emociones bajo control de manera repetida.
  4. En la Comunicación, donde pueden pasar a ser muy reservados, callados o con comunicación hostil.
  5. Aislamiento
  6. Quejas con la figura y el cuerpo, donde hay insatisfacción con alguna parte del cuerpo, su peso, su apariencia.
  7. Muchas quejas de fatiga constante y dolores corporales
  8. Aumento en las verbalizaciones con desesperanza, baja autoestima, culpa
  9. Pobre seguimiento de Instrucciones o normas
  10. Aumento en las dificultades en cumplir con responsabilidades
  11. Disminución o abandono en actividades de ocio
  12. Disminución del disfrute de lo que antes gozaba
  13. Preocupación excesiva por múltiples temas
  14. Evitar ciertos espacios o personas
  15. Dificultades con los cambios de rutinas, actividades.
  16. Autolesiones corporales
  17. Cambios súbito en amistades
  18. Irritabilidad frecuente y continua
  19. Uso desmedido de pantallas
  20. Cambios de comportamiento y negación de uso de alcohol u otras sustancias

Ante este escenario surge la duda de ¿Cómo podemos cuidar a nuestros hijos? Existen algunas situaciones que pueden servir como agentes protectores, entre ellos:

  • Familia que apoye y de soporte al menor.
  • Aumento en la conexión de los estudiantes con su institución educativa.
  • Espacios en contextos seguros, como: parques, bibliotecas, centros de entrenamiento deportivo, colegio, entre otros.
  • Uso del tiempo libre adecuado.
  • Mejorar la comunicación con los adultos al cuidado.
  • Apoyar en el desarrollo de competencias sociales adecuadas a nuestros hijos.
  • Educación adecuada desde los primeros años escolares.

Pero como padres, madres y cuidadores primarios podemos empezar a desarrollar una mejor relación con ellos a través del uso de varias estrategias, una de ellas es la validación emocional. Se entiende por validación como la búsqueda y confirmación que una emoción, una conducta o un pensamiento de la otra persona es relevante, justificable, correcto o efectivo para el otro.

¿Cómo lo puedo hacer? Ver y escuchar al otro. Aceptar con mente abierta todo lo que se siente el otro. Limitar las acciones defensivas de uno mismo. Identificar las emociones del otro. Dar una respuesta empática sin aconsejar. Acompañar al otro.

La validación fomenta la comunicación, construye confianza, ayuda en la construcción de la autoestima, disminuye la sensación de aislamiento y de sentirse poco entendido, los alienta a que experimenten y acepten sus sentimientos y ayuda manejar la activación emocional en el otro.

Pero es importante entender que no se valida. No se valida todas las conductas, las mentiras, la violencia, los argumentos ilógicos, las amenazas o pedidos insistentes.

Construyendo una relación mas estrecha, conj confianza suficiente se puede detectar a tiempo varias de las situaciones que ponen en riesgo la salud mental de nuestros menores, lo que nos puede llevar a decidir llevarlos a consulta por un profesional idóneo que pueda diseñar las intervenciones que les permita a los menores continuar con su desarrollo adecuado.

Bibliografía:
  1. Terzian MA, Andrews KM, Moore KA. Preventing multiple risky behaviors among adolescents: Seven strategies. Child Trends. 2011;24:1-2.
  2. Crone EA, van Duijvenvoorde AC. Multiple pathways of risk taking in adolescence. Developmental Review. 2021 Dec 1;62:100996.
  3. Maslowsky J, Owotomo O, Huntley ED, Keating D. Adolescent risk behavior: Differentiating reasoned and reactive risk-taking. Journal of youth and adolescence. 2019 Feb 15;48:243-55.
  4. Steinberg L. Risk taking in adolescence: New perspectives from brain and behavioral science. Current directions in psychological science. 2007 Apr;16(2):55-9.

 


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