Ansiedad como respuesta emocional a la pandemia COVID-19
Camilo Andrés Agudelo-Vélez
Médico y cirujano
Especialista en Psiquiatría
Terapeuta DBT
Para la mayoría de nosotros el término pandemia puede ser un poco exótico, extraño y muy lejano. Pareciera que solo ahora nos enfrentamos a una, sin embargo, la Organización Mundial de la Salud ha emitido alertas de pandemia en las últimas décadas, como es el caso de la Influenza A H1N1 en 2009 o VIH en 1980. En cualquiera de ellas, incluso en las anteriores y más famosas en la historia, las respuestas emocionales se modifican de manera considerable y demandan procesos de adaptación en muchos niveles.
Las emociones son naturales, causadas y siempre válidas. Tienen una función, pues los sistemas biológicos complejos las utilizan para que alarmar a un sujeto para que ejecute una reacción conductual acorde al estímulo. Esta funcionalidad de la emoción es independiente de la tradicional categorización de las emociones en positivas y negativas, es decir, incluso las emociones displacenteras como la vergüenza, el asco o la ira, tienen una función para la adaptación social y a sobrevida.
¿Cuál es la reacción emocional frente a una situación de incertidumbre, amenaza y riesgo como la pandemia actual de COVID-19?
Enfrentarse diariamente a una situación de riesgo, evidenciar la vulnerabilidad de nuestra condición humana, experimentar impotencia y ver frente a nosotros como los elementos que antes nos hacían estables se amenazan por un microorganismo, necesariamente cambia nuestra respuesta emocional.
Es natural y proporcional experimentar ansiedad, miedo y preocupación frente a la amenaza real llamada COVID-19. En distintas medidas, todos hemos percibido temor a la infección, al contagio de nuestros seres queridos, al riesgo de perder el trabajo, al posible desabastecimiento de alimentos, a la seguridad en general y, por supuesto, a morir.
Frente a la amenaza llamada coronavirus, la ansiedad tiene una función adaptativa. Gracias a esta emoción, es posible que nos preparemos para responder integralmente a los cambios requeridos para enfrentar el riesgo. Con la ansiedad en frente, somos capaces de movilizar los recursos necesarios para planear el abastecimiento de alimentos, prever los gastos, priorizar las necesidades, jerarquizar las prioridades de asistencia social, salud, recreación, ocio y esparcimiento.
La ansiedad nos permite instaurar un lenguaje funcional del temor y la preocupación para establecer medidas básicas y sistemática de protección. Es a partir de la experimentación de esa emoción que podemos usar los elementos de protección personal, seguimos las medidas de aislamiento, evitamos las conglomeraciones, que respetamos el confinamiento y que disminuimos las conductas de riesgo. Por tanto, gracias a esta emoción frente a la pandemia, facilitamos las conductas apropiadas dado que nos permite tener hábitos útiles para sobrevivir y adaptarnos a los cambios en todo orden que las nuevas realidades nos propone.
El relacionamiento con los otros es el responsable de la interacción, el control de la conducta de los demás y a la comunicación de los estados afectivos. Pues bien, las emociones naturales y proporcionadas en tiempos de pandemia promueven la conducta prosocial. Es a partir de la experiencia emocional de la ansiedad que podemos, por ejemplo, considerar nuestro riesgo en relación con el de los demás y desarrollar expresiones empáticas para considerar las necesidades insatisfechas de otros, de las personas más afectadas por el virus, aquellas que se han visto perturbadas social, económica y orgánicamente por la infección de coronavirus.
¿Cómo puedo disminuir la ansiedad?
No podemos modificar el nuevo orden mundial. No tenemos, por ahora, la capacidad de influir en la historia natural de la pandemia, pero sí podemos modificar algunos elementos críticos de la situación y nuestro modo de responder a ella.
Podemos intervenir a través de la modulación de la atención, de esta manera, es posible regular la expresión de la ansiedad. Por ejemplo, podemos disminuir la frecuencia e intensidad de la información relacionada con la pandemia, las cifras de infección, los datos de mortalidad, el impacto económico o las medidas restrictivas de los gobiernos.
De igual forma, es posible realizar cambios cognitivos. La interpretación de las situaciones modifica la expresión de la emoción. Por ejemplo, podemos interpretar el confinamiento como una situación incómoda, exagerada, que restringe la expresión emocional y que nos obliga a alejarnos unos de otros. Con estas cogniciones es posible que se susciten emociones de malestar, disconfort, desagrado, ira e incompetencia. En cambio, es posible interpretar el confinamiento como una nueva forma de ejercer la creatividad, reconfigurar las relaciones, disponer tiempo efectivo con las personas que queremos, modificar hábitos, aprender una habilidad, encontrarnos con nosotros mismos, ordenar nuestra casa e identificar y etiquetar nuestras emociones. Estas cogniciones generan potencialmente reacciones emocionales de esperanza, superación, satisfacción, desarrollo personal, seguridad y autoeficacia.
Otra forma de modificación de la situación es a través de la regulación de la respuesta emocional. Podemos impactar en la expresión de la ansiedad. Es posible modular su expresión conductual y autonómica a través de ejercicios de respiración consciente, la utilización de otros estímulos sensoriales y técnicas habilidosas de distracción efectiva.
Asimismo, al disminuir la vulnerabilidad emocional, es decir, al menguar el riesgo de que la activación de la ansiedad sea máxima, intensa y rápida, es posible tener un procesamiento de la emoción saludable y regulado. Esto es posible a través de 5 escenarios.
Apertura emocional. Es necesario tener un acceso consciente a la ansiedad. Para ello es posible utilizar herramientas como los ejercicios de mindfulness, que nos conectan con la experiencia emocional de aquí y ahora.
Atención emocional. Prestarle atención consciente a lo que siento, cómo lo siento y por qué lo siento.
Aceptación emocional. Evitar hacer juicios que descalifican la experiencia emocional de ansiedad. Reconocer que es natural y que cumple una función, ayuda a que su intensidad sea proporcionada a la realidad actual.
Etiquetado emocional. Ser capaces de nombrar con tranquilidad la emoción, propende por la normalización de ésta. Es decir, que reconoce su papel natural, esperado y proporcionado para que pueda cumplir sus tres funciones básicas.
Análisis emocional. Reflexionar y entender la función de la ansiedad en este contexto de amenaza mundial, ayuda a entender los elementos relevantes del entorno, a reconocer su validez y a utilizarla como precursor de aprendizaje.
Es necesario identificar signos tempranos de alarma que nos indican que la ansiedad está cambiando de intensidad y que puede representar riesgo para nuestra salud. Para esto, se recomienda acudir a atención profesional que ayude a guiar y a realizar un diagnóstico.